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Sólo un porcentaje menor de los delitos más violentos llega a explicarse por la existencia de una enfermedad mental, señalan expertos en psiquiatría y psicología forense

En Mendoza un chico de 13 años aparece como único sospechoso de asesinar a puñaladas a toda una familia vecina sin ningún motivo claro; en La Pampa, un hombre mata a su esposa días después de haber salido de prisión gracias a que ella lo ha perdonado por violarla; en La Plata, el salvaje homicidio de cuatro mujeres encuentra por principal acusado al novio de una ellas… Frente a una seguidilla de muertes tan violentas como inexplicables resulta difícil no sentir que acaso la locura criminal está cobrando un inusitado protagonismo en nuestra sociedad. ¿En qué medida, sin embargo, esa sensación se condice con los hechos?

A criterio de quienes por su trabajo más se formulan esa pregunta, la respuesta sería «muy poco». «Sólo un porcentaje menor de los crímenes que nos conmueven como sociedad llega a explicarse por la existencia de una enfermedad mental», coincide en afirmar más de una docena de expertos en psiquiatría y psicología forense que la semana pasada se reunieron en la Facultad de Medicina de La Plata a intercambiar experiencias.

«Cuando alguien comete un crimen muy violento o el abuso sexual de un menor, la gente tiende a pensar que ese sujeto sufre algún problema en la cabeza; porque de otra forma no puede entender que haya hecho semejante cosa. Pero pensamos así porque no queremos reconocer que esos sujetos tal vez no sean tan distintos a nosotros; porque si fueran como nosotros, también nosotros podríamos llegar a estar en su lugar», dice Omar Gutiérrez Muñóz, psicólogo forense del Instituto de Medicina Legal de Santiago de Chile.

Pero lo cierto es que «en sociedades como las nuestras, donde la violencia tiende a generalizarse, basta muchas veces un cambio de contexto para que se desaten pulsiones contenidas por la cultura, y personas comunes cometan un acto criminal. Es así que las estadísticas muestran que no son precisamente enfermos mentales quienes aparecen detrás de la mayoría de los crímenes más violentos», menciona Gutiérrez Muñóz, y el director del posgrado en Psiquiatría Forense de la UNLP lo confirma con datos locales.

«El lugar que ocupan los trastornos mentales como factor causal de los delitos más violentos que se cometen en nuestro medio puede llegar al 15%», detalla el doctor Jorge Folino, quien ha dedicado gran parte de su vida a enseñar a otros a descubrir quiénes encuadran o no en ese porcentaje, una tarea que -lejos de la fantasía hollywoodense- no deja margen alguno a la intuición.

REINCIDENTES EN VIOLENCIA

Pero si bien la mayoría de los crímenes más violentos no responden a una patología mental, en muchos de ellos aparecen personas con trastornos psiquiátricos que por no poder ser considerados una enfermedad los tornan perfectamente imputables de sus actos. Tal sería el caso de los psicópatas, quienes tienen las tasas más altas reincidencia violenta.

«No necesariamente donde hay una patología mental hay un riesgo de reincidencia alto. Donde sí está demostrado que la reincidencia es alta es entre los psicópatas, pero los psicópatas no pueden ser considerados de por sí enfermos mentales inimputables: saben perfectamente lo que hacen y reconocen la diferencia entre el bien y el mal; sólo que no sienten empatía y sus sentimientos de culpa son casi nulos. Por eso, si bien representan cerca del 13% de la población carcelaria, resultan responsables de un 70% de los casos de reincidencia violenta», señala la psicóloga forense Elizabeth León Mayer.

¿Pero si no es un enfermo mental, qué es entonces un psicópata? «Un psicópata es un sujeto con un estilo de vida completamente distinta al del común de la gente en el sentido de que, a pesar de que pueden ser muy seductores, y en general lo son, tienen grandes dificultades para relacionarse con el otro», agrega la psicóloga.

«Acaso la mejor forma de entender qué es un psicópata sea imaginarse un predador -interviene Gutiérrez Muñóz-. Son personas que tienen absolutamente planificado cómo y con quién van a relacionarse para satisfacer sus deseos, y en esa búsqueda no tienen problemas en perjudicar a los otros porque no los ven como pares».

Es así que «la psicopatía es una de las características personales que más influyen en las acciones delictivas», afirma el doctor Folino, quien asegura que diversos estudios han comprobado la prevalencia de psicópatas en cárceles de la provincia de Buenos Aires.

REFLEJO DEL CONTEXTO

Aún cuando su misma profesión los lleva a enfocarse en lo individual, muchos de los psiquiatras y psicólogos forenses reunidos la semana pasada en La Plata sostienen que la violencia no deja de ser casi siempre el reflejo de un contexto social. Pero además que en los últimos años nuestras sociedades viene generando contextos donde la violencia es cada vez más aceptada como respuesta.

«Es muy fácil llegar y decir que esos crímenes terribles son producto de la locura de un individuo, en especial cuando vemos que las conductas agresivas se normalizan día tras día. Porque está claro que los últimos tiempos la violencia tiene mucho mayor presencia, es mucho más aceptada entre nosotros», afirma el psicólogo forense Omar Gutiérrez Muñóz.

«Una de las cosas que más se observa últimamente en los crímenes es la inmediatez de la respuesta violenta en ellos», coincide su colega Anamaría Muñóz Durán, psicóloga forense del Instituto de Medicina Legal de Concepción, quien piensa que no deberíamos extrañarnos de ello.

«Vivimos en una cultura que de algún modo nos educa así: todo rápido, todo ya; si el niño quiere ese juego, el papá va y se lo compra. Y como todo nos resulta más asequible hemos ido desarrollando una menor tolerancia a la frustración; es así que cada vez se presenta con más frecuencia el caso de que si no me das lo que quiero ya, te mato» , dice Muñóz Durán.

Pero así como la «inmediatez de la respuesta violenta» sería un producto social, también lo son «las pautas de mayor permisividad para el uso de violencia y el abuso de sustancias, dos factores que confluyen para que conflictos menores deriven en consecuencias fatales, y ante los cuales los jóvenes son por lejos los más vulnerables», señala el doctor Folino.

Fuente: http://www.quilmespresente.com/notas.aspx?idn=348320&ffo=20111218